NOS MUEVE LA ESPERANZA

EL ORATORIO DE DONBOSCO

El Oratorio, entendido como lugar de práctica religiosa alrededor del que se fueron añadiendo jóvenes recogidos de la calle para actividades religiosas, recreativas y culturales, no era cosa nueva en Turín, promovido, como se ha dicho, ya del creativo Don Cocchi. Fue un término adoptado continuamente en documentos públicos y privados por Don Bosco y los colegas del Refugio para indicar las iniciativas catequísticas incrementadas a partir de fines de 1844, pero sobre todo desde 1846, luego de la instalación en Valdocco, para designar “un conjunto de muchachos que se reúnen cada domingo y fiesta en un Oratorio (…) para aprender el catecismo, asistir a la santa Misa, frecuentar los sacramentos y a veces recibir la bendición con el Venerable”, no sin las obvias actividades de tiempo libre más o menos culturalmente significativas. En una carta dirigida al teólogo Borel desde i Becchi el 11 de octubre de 1845, Don Bosco interrogaba: “¿Anduvo bien el Catecismo?”. Desde la segun­da mitad de 1846, en cambio, en las cartas al mismo, se vale del omnímodo término “Oratorio”: “¡Cuántas veces a lo largo del día pienso en el Oratorio!”; “continúe, señor Teólogo, informándome de las cosas buenas y menos buenas del Oratorio, que me servirán de dulce entretenimiento”; “estoy muy contento que las cosas del Oratorio progresen en el modo que se esperaba”. Será la denominación empleada definitivamente en los años sucesivos.

 

Después de relatar “un jocoso episodio”, es decir, su encuentro con el joven Bartolomé Garelli en la sacristía de la Iglesia de S. Francisco de Asís, sigue diciendo:

 

Durante aquel invierno traté de consolidar el incipiente Oratorio. Aunque su finalidad era recoger solamente a los chicos en mayor peligro y, preferentemente, a los salidos de la cárcel; no obstante, invité a algunos de buena conducta y ya instruidos para echar cimientos sobre los que apoyar la disciplina y la moralidad.

(……..) Por la mañana, los alumnos se acercaron a los santos sacramentos; por la tarde, se cantó una  estrofa y, tras el catecismo, se narró un ejemplo a modo de plática. Puesto que el coro donde nos reuníamos hasta entonces resultaba estrecho, nos cambiamos a la cercana capilla de la sacristía.

 

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